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Sobre todo, experiencia

Por: Melissa Lindley 

Yo tengo una ligera obsesión con los tés. Amo coleccionar y descubrir nuevas variedades, y entre mis favoritos está uno especial para cuidar la garganta que, además de ser delicioso, viene con un detalle que me fascina: una frase célebre sorpresa. Cada vez que abro uno nuevo me emociono, pues sea cual sea la frase que me toque, la interpreto como lo haría con una galleta de la fortuna.

Durante nuestra primera semana en Bogotá, abrí uno de estos tés y, casi como si el destino lo hubiera querido, me tocó esta frase de James Russell Lowell (poeta norteamericano). Nadie lo hubiera predicho en ese momento, pero a lo largo de lo que he ido viviendo en estos meses como GMT, he probado lo cierta que puede llegar a ser.

 

“Una espina de experiencia vale toda una jungla de advertencias” (traducción literal y poco poética).

Creo que lo que quiere decir es muy simple: prueba, arriesga, experimenta. No importa cuánto te prevengan o te adviertan sobre los peligros del mundo, es importante salir por ti mismo y darte cuenta si es cierto o no. Y, por supuesto, crecer y aprender duele, pero si no vives y si no conoces las cosas en carne propia, no sirve de nada.

Como yo en mi segundo día en Medellín. Decidí que el clima estaba bueno –y además tenía hambre- así que era el momento de ir a hacer algunas compras y, de paso, conocer el terreno. Busqué en Google Maps cuál era el camino más rápido para llegar al centro comercial más cercano y me fui por ahí. Una loma y veinte minutos más tarde me percaté de que las calles habían cambiado y que, casi inadvertidamente, me estaba adentrando en una zona poco amigable (más adelante, este presentimiento sería efectivamente confirmado por muchos locales). No dudé en dar media vuelta y regresar sobre mis pasos, no sin antes molestarme conmigo misma por ser tan descuidada y haber perdido media hora metiéndome en la boca del lobo.

Y, sin embargo, ese paseo fallido me regaló dos cosas: una vista hermosa y, sobre todo, experiencia.

 

O como la vez que decidí que era mejor tomar el bus que el metro, y le creí al primero que me dijo que iba para Las Palmas. Mal. Pues no solamente no iba, si no que se tomó la molestia de dejarme en la punta del cerro más alto, justo donde no había ni un alma, y no sin antes decirme “espera aquí y tomas el rojo, ese te lleva”. Vaya, gracias. Dicho bus demoró media hora en llegar (media hora que pasé evaluando mis prioridades y meditando sobre mis decisiones en la vida) y, claro, tampoco iba. Al final viajé en el bus media hora más, me bajé en la Av. El Poblado y tomé un taxi.

Y a pesar de que sufrí y de que el trayecto a casa me demoró una hora y veinte más de lo normal, no me arrepiento para nada, porque gané, sobre todo, experiencia.

(De ese día no hay fotos porque mi celular estaba al 1% de batería, así que les dejo otra imagen bonita de Medellín).

 

Y como la vez en que todos querían ir a hacer parapente y yo me moría de miedo pero recordé que me prometí a mí misma que alguna vez lo haría (además de saltar en paracaídas). Y lo hice. Vencí el miedo (como buena Gryffindor), me apunté para ir de primera, y salté. Volé, me reí por diez minutos enteros y hasta piloteé el parapente. ¡Y resultó ser lo mejor que había hecho en muchísimo tiempo! ¿De qué otra manera podrías saber cómo se siente y, sobre todo, saber de lo que eres capaz, si no lo intentas? Absolutamente todo es experiencia.

 

O, por ejemplo, como el día en que me monté a un bus –sola- camino a Villa de Leyva. Tenía toda la intención de encontrarme con mis compañeros GMT allá, pero finalmente nuestro horario de actividades se cruzó y terminé pasando el día nada más y nada menos que… conmigo. Y, claro, como siempre, me perdí. Decidí que era buena idea ir caminando desde la granja de avestruces hasta los pozos azules, pero apenas salí de la granja, no pude encontrar el camino. Y, nuevamente, no había ni un alma. Ah, bueno, a excepción de esta vaquita.

 

Caminé para un lado, y nada. Caminé para el otro, y nada. Seguí caminando en esa dirección (siguiendo nada más que mi instinto y mi débil sentido de la orientación), y no llegué a los pozos que buscaba, pero sí a una granja ecológica que, además de también tener pozos azules, tenía muchas cosas más. Estaba casi escondido entre los árboles, y si no hubiera ido caminando, no lo hubiera encontrado jamás. Perderme y, eventualmente, encontrar el camino correcto, no fue para nada fácil, pero me dejó una tarde increíble en esta granja casi secreta y, sobre todo, experiencia.

 

A final de cuentas, el mismo hecho de estar aquí, viviendo –muchos de nosotros- lejos de nuestras ciudades y nuestras familias, y en medio de un programa de entrenamiento que nos inspira y nos reta a dar el 110% cada día, es una oportunidad invaluable. No me queda ninguna duda de que, en estos meses, cada uno de nosotros se está deconstruyendo y volviendo a armar, solo que esta vez con una ganancia infinita en aprendizaje, tanto laboral como personal, y, sobre todo, algo muy importante bajo el brazo.

¿Ya se imaginan qué es?


Eevee en Medellín

Por: Melissa Lindley 

¡Hola! Permítanme presentarme. Mi nombre es Melissa, nací en Lima, Perú, el viernes 28 de octubre de 1994, y desde que tengo exactamente seis años, soy fanática de Pokémon. Ya, yo sé. No es nada nuevo y no soy la única. Pero a mí me sucede que aquello que me gusta, aquello que amo –sea una serie, un libro, o el arte en sí mismo- forma parte indivisible de mi identidad e, inevitablemente, me acompaña a donde voy. En esta primera etapa del GMT no podía ser de ninguna otra manera.

Por ende, déjenme presentarles a quien será el protagonista de esta pequeña historia: Eevee.

 

Eevee fue un regalo de mi mejor amiga antes de irme de Lima, y desde el primer momento supe que sería la compañía perfecta para el Deep de Ventas en Medellín. Y es que, ¿a quién no le gusta Eevee? Es uno de los Pokémon más amigables y queridos, además de ser –en mi opinión- el más versátil de todos. Vamos, que era el compañero ideal para visitar distintas zonas de la ciudad y conocer por primera vez a decenas de nuestros clientes.

 

Eevee y yo comenzamos nuestra aventura juntos en un barrio al nororiente de Medellín. Aquel día nos dedicamos a acompañar a Johnny, el Supervisor de Ventas de la zona (y uno de los trabajadores más comprometidos que hemos tenido el placer de conocer) en su ruta diaria. Comenzamos la mañana atendiendo las inquietudes de algunas de nuestras tenderas y visitando diferentes locales. Así, conocimos la mejor manera de ayudarlas cuando ellas tienen dudas o quejas, y pudimos oír sus historias y lo que esperaban lograr. Además, el barrio nos regaló una vista hermosa de Medellín.

 

El resto de nuestros días en el Deep fueron igual de provechosos. Personalmente, era la primera vez que veía temas comerciales y el trabajo en calle y diario que se lleva a cabo en esta área, por lo que cada día, cada paseo en las Kangoos del equipo de Ventas, cada nueva zona de la ciudad y cada cliente visitado, estaban llenos de cosas de las cuales podía aprender muchísimo. Lo que caracteriza, en mi opinión, el trabajo de calle del área de Ventas es que ningún día es igual al anterior, y definitivamente Eevee y yo pudimos experimentarlo.

 

El trabajo en ventas, aprendimos, debe ser constante y estar lleno de convicción. Es muy importante que los equipos se mantengan siempre unidos y se apoyen para sacar adelante los resultados de su Unidad de Negocio. Para lograr esto, la comunicación es clave: las reuniones, sean matinales, para almorzar, vespertinas, en parques, plazas o panaderías, son un elemento vital para fomentar el intercambio de ideas y la integración de los equipos. Eevee y yo acompañamos muchísimas reuniones diferentes, y así pudimos conversar con los equipos y aportar un poco. De paso, probamos absolutamente todo lo que las panaderías tenían para ofrecernos (y sí, nos gustó).

 

Durante nuestros días en ventas, también pudimos conocer a fondo las cervezas locales que producimos aquí en Colombia. La primera que Eevee conoció (y su favorita) fue la Cola y Pola Roja, una edición limitada cuya producción había parado en diciembre del año pasado. Por suerte, pudimos encontrar una de las últimas y probarla.

 

Conocimos también Pilsen, la cerveza paisa por excelencia y uno de los más claros ejemplos que hay en Colombia de cervezas regionales. El gusto e inclinación por Pilsen por parte de los antioqueños es muy fuerte, y fue sumamente interesante conocer los hábitos de consumo de este grupo de la población colombiana. Pilsen es siempre la favorita y la que nunca puede faltar, algo que nos quedó muy claro luego de conversar con varios de nuestros clientes y consumidores.

 

Y ni qué decir de la famosa Águila, una de las marcas más emblemáticas de Colombia, símbolo de color y alegría y, además, patrocinadora oficial de la Selección Colombia de fútbol. En resumen, una de las cervezas favoritas de todos los colombianos, y una de las más vendidas también. En ventas, había mucho trabajo por hacer con Águila, y nuestras tardes con Trade Marketing estuvieron enfocadas a conocer mejor la marca y asegurarnos de que nuestra estrategia para ella se estuviera cumpliendo a la perfección.

 

El mes que pasamos Eevee y yo en Medellín conociendo a fondo la estructura y funcionamiento del área de Ventas es, definitivamente, algo que no cambiaría por nada. Personalmente, viví muchísimo y, precisamente en esas vivencias fue que aprendí: sobre mí, sobre el negocio, sobre el área, sobre los colaboradores y sobre nuestros clientes. Todo esto, sin embargo, no hubiera sido posible sin el increíble apoyo del equipo de ventas de la regional Antioquia, y en particular de todos los que nos permitieron seguirlos en su día tras día y bombardearlos con una infinidad de preguntas.

Fue un honor y un placer estar con ustedes. ¡Eevee y yo prometemos volver muy pronto!

 

¡Hasta entonces!

(¡Y hasta la próxima entrega de las aventuras de Eevee en Medellín!).


El significado de una cerveza

Por: Daniela Benzaquen

Antes de empezar a trabajar en AB InBev jamás me hubiese imaginado el valor que podía tener “la cerveza”. Desde el inicio de la producción hasta el momento en que llega al punto de venta, una cerveza vale mucho más de lo que nos imaginamos, y con esto no me refiero únicamente al valor monetario, sino al significado que puede tener en cada una de las personas involucradas en este negocio.

 

Empezando por el valor que genera en los COLABORADORES DE AB INBEV. Puedo decir que la cerveza es la motivación para levantarse día tras día e ir a trabajar, la ven como el producto que les da trabajo para poder vivir, pero también como la bebida que los acompaña en sus momentos de diversión y les permite formar vínculos con sus amigos, y que incluso los relaja cuando necesitan un break.

En el caso de los DESARROLLADORES DE MERCADO y los REPRESENTANTES DE VENTAS, es admirable cómo todos los días recorren toda la ciudad para ejecutar el punto de venta. A pesar de que muchas veces los clientes no les dan el mejor trato, los ánimos no decaen y ellos siguen buscando dar lo mejor de sí mismos. Jamás olvidaré cuando en mi deep en ventas en Bucaramanga acompañé por una semana al DM Daniel Ramírez, y me dijo, al salir de un bar social: “Mira Dani, este local para mí es un reto. A pesar de que ahorita no me quiere comprar, yo vengo todas las semanas a visitarla porque sé que la voy a recuperar”.

 

Por el lado de los OPERARIOS DE PLANTA, a quienes he tenido la oportunidad de conocer en mi deep en supply, siempre tienen la mejor actitud sin importar el horario de trabajo que tengan asignado. Ellos siempre son solidarios los unos con los otros, se ayudan ante cualquier inconveniente y se preocupan porque el producto tenga la mejor calidad. Yo, siendo administradora de profesión, todo lo que he visto en la planta me parece nuevo y todos los días me surgen muchas dudas que, gracias a la disposición y ganas de ayudar que tienen todos en la planta, he podido ir resolviendo poco a poco. Realmente, se siente una energía positiva a pesar de lo arduo que puede ser su trabajo.

 

Hablando del valor que la cerveza genera en los TENDEROS, todo se traduce en la frase que me dijo el Señor Virgilio cuando lo fui a visitar: “gracias a ustedes yo puedo mantener a mi familia, alimentarla y en ocasiones invitarla a pasar un momento bonito todos juntos”.

 

Por último, con base en MI EXPERIENCIA, puedo decir que la cerveza me dio la oportunidad de ser parte del programa GMT COPEC 2018. A la fecha, luego de haber terminado el deep de ventas y parte del deep de supply puedo afirmar que he aprendido más de lo que jamás imaginé. He evidenciado que cada uno de los cargos tiene unas responsabilidades identificadas, pero tú decides si quieres ir más allá. He identificado qué funciones son las que más me gustan y me he enfrentado a distintos retos. He conocido a muchas personas, observado sus necesidades y preocupaciones, he identificado qué los motiva y he logrado formar una buena relación con ellos, que a pesar de que a algunos ya no los voy a ver, sé que puedo contactarlos en cualquier momento y me van a contestar con una sonrisa en su rostro.

¡Todavía me queda más de la mitad del programa por recorrer y en este camino seguiré encontrando otros significados que puede llegar a tener la cerveza tanto para mí como para el resto de personas!


Sentirse siempre en casa

Por: Ariana Foyain

Nunca se me ha hecho fácil escribir mis vivencias y sentimientos; sin embargo, después de casi 2 meses de esta maravillosa experiencia, es imposible no mencionar lo que vivido y aprendido.

Días después de haber sido seleccionada como GMT nos confirmaron que los primeros 5 meses de entrenamiento serían en distintas ciudades de Colombia, esta noticia generó en mí una gran emoción, pero sorpresivamente, seguida de esta me llegaron los nervios de lo que se venía: llegar a un país distinto, con personas con las que no tenía relación alguna y, sobre todo, aventurarme en campos en los que nunca antes había tenido experiencia, sin duda generaron en mí un gran temor.

Hoy día, después de 2 meses viviendo la experiencia GMT, puedo decir que esos nervios se han ido y me quedan grandes aprendizajes y experiencias, de las cuales quiero compartir las que para mí son las más valiosas.

1.         Eres capaz de muchas más cosas de las que crees

 

¿Se imaginan una administradora de empresas en una cervecería midiendo los niveles de PH en un cocimiento? No, pues al principio yo también lo veía imposible, sin embargo eso es lo que me apasiona de ABI, te saca siempre de tu zona de confort obligándote a retarte y a reestablecer tus límites para enseñarte que siempre puedes dar un poco más. Desde aprender conceptos de química hasta desvelarte para poder estar en turnos de producción de media noche.

2.         La diversidad es enriquecedora

Dentro de los grupos con los que he tenido la suerte de vivir y compartir primaban las diferencias entre todos, ya sea por venir de distintos países, gustos muy diferentes o por carreras desde ingeniería civil hasta publicidad. Sin embargo, al momento de poner sobre la mesa alguna idea o problema que se nos presentara, eran estas diferencias las que nos permitían llegar a un resultado mucho más integral. En lo personal, me ha ayudado mucho ver la manera estructurada en que un ingeniero plantea una solución, o la creatividad que un publicista agrega a un tema en particular.

3.         Siempre te sientes en casa

Esta es sin duda la más importante para mí, en cada ciudad nueva a la que vamos y a pesar de las diferencias típicas de cada equipo, siempre me he sentido como en casa, con la libertad de levantar la mano ante cualquier duda o problema que tenga, con la seguridad de que siempre habrá alguien dispuesto a escucharte, guiarte y ayudarte en todo lo que pueda.

 

Esto lo evidencié mucho más con el equipo comercial que me recibió en Medellín. Los desarrolladores de mercado a los que pude acompañar, Janeth y Jonathan, estuvieron siempre pendientes de que mi paso por el área comercial fuera lo más enriquecedor posible, a pesar del cansancio de su jornada y de que las zonas que visitábamos en algunos casos no eran las más seguras, ellos siempre estaban llenos de energía y con una gran sonrisa prestos a enseñarme su trabajo, del cual se sienten muy orgullosos.

 

Y ya saliendo de la jornada laboral, llegar a la casa, y saber que tienes tu pequeña familia GMT para compartir lo que viviste en tu día, las noches de películas, que si tienes algún problema personal harán lo posible por sacarte una sonrisa y lograr que te sientas mejor, hacen que sin duda no extrañes tanto tu casa, pero también me ayudan a ratificar mi sentimiento de dueña con esta maravillosa empresa de la cual me siento parte al 100%.

Sin duda estos son solo pocos de los aprendizajes y experiencias que me va dejando mi paso por Colombia en este entrenamiento.

Ahora, de los nervios que sentía al comienzo no queda nada, todos han sido reemplazados por la emoción y ansias de todo lo que me queda por aprender en estos meses que vienen y la seguridad y confianza que estoy construyendo la carrera que quiero en la mejor empresa para trabajar.


Una imagen dice más que mil palabras

Por: Estefanía Menestrey

Quería escribir sobre una experiencia en este tiempo de GMT pero la verdad llevo pensándolo unos días y ha sido complicado elegir una sola experiencia de la cual hablar y plasmarla en palabras. Así que, simplemente, decidí demostrar con algunos datos y fotos que tan increíble, enriquecedor y emocionante ha sido este periodo de tiempo para mí:

Para hoy domingo 11 de marzo de 2018 solo he vivido el 20% del programa GMT, pero en este tiempo:

  • He conocido más de 180 personas que me han ayudado y enseñado no sólo del negocio sino sobre la vida.

  • He hecho  más de 40 amigos nuevos en Facebook este año y de estos 40, el 87% son gracias a esta experiencia.

 

  • Vendí  12 camiones de cerveza en una negociación. Algo que nunca hubiera creído posible. Como diría una amiga peruana: ¡ALUCINAAA!

 

  • Ayudé a Carlos García (el mejor desarrollador de mercado de Bucaramanga) a firmar más de 15 contratos de tienda aliada en una semana.
  • Me fui a Berlín, un pueblito santandereano, donde firmamos 5 tiendas aliadas con Mauricio Peláez, supervisor de Centro Bucaramanga.

 

  • He vivido con más de 5 personas diferentes de 3 nacionalidades distintas que se convirtieron en mi familia.

  • Como dirían los operarios de la planta: “Eché cepillo” en una de las líneas de envasado de la cervecería Águila en la Arenosa Barranquilla.

 

  • Le he tomado +17 fotos “jata” (Dormida) a mi querida hermanita peruana Daniela Benzaquen en los buses de la empresa. Ojo: ¡se le nota el trabajo duro!
  • He vivido en dos ciudades de mi país que no conocía, reforzando mi espíritu patriótico al ver lo lindo que es y la gente maravillosa que vive en él.

 

  • He conocido más de 5 pueblos y ciudades pequeñas santandereanas.

 

  • He aprendido más de 15 palabras regionales dentro de ellas:
    • Mano, Buche, Jeta, Pingo…
    • Aja, Bololó, Eche, Pechiche, Cucayo, cipote vaina…
  • He aprendido más de 10 palabras y/o expresiones peruanas y ecuatorianas dentro de ellas:
    • Alucina, fresh , Buenazo ,Palta (Aguacate), Canchitas (Crispetas), malogrado (Dañado) , afanadasa (emocionada)
    • Chuchaqui (Guayabo), Ñaño(a) (Hermano(a)), Mono (Costeño), achachai (frio), canguil (Crispetas)
  • He aprendido más de 40 nuevas palabras, abreviaciones y conceptos del proceso cervecero y su significado:
    • Ej.: Merma, Tierra diatomea, Hectolitro, Grados plato P, BBT, CIP, B2B, BU, VLC, BBP, ZBB.
  • Ayudé en el proceso de embotellado de aproximadamente  41,600 botellas de águila original de la línea 2 de Barranquilla con el gran “chucho” Jesús Sierra.

 

  • Conocí 3 historias de fantasmas contadas por los mismos operarios de la planta de Barranquilla: El niño que corre por la planta, el hombre de harina y cuentos del túnel de cajas.
  • Monte en parapente ¡INCREÍBLE!

 

Después de hacer un balance y ver estas imágenes espero que entiendan que la única manera de explicar lo que realmente significa esta experiencia es ¡viviéndola!


La vida es un Carnaval

Por: Sara Donado

En el instante en que me enteré de que mi entrenamiento en el área de ventas lo realizaría en Barranquilla tuve miles de sentimientos encontrados. Por un lado, como buena “cachaca” tenía predisposiciones y pensamientos acerca de los costeños que me hicieron pensar acerca de una posibilidad de un choque cultural. Por el otro, sabía que la mitad de mis raíces provienen exactamente de esa ciudad, la cual, jamás me había tomado el tiempo de descubrir. Entre miles de pensamientos llegué a la muy bien denominada “Arenosa” con una maleta llena para más de un mes y una libreta para recolectar toda la información que yo sabía que desconocía, pues jamás había tenido contacto con el área comercial.

Al llegar a las oficinas de Bavaria, me encontré con el lanzamiento corporativo de El Carnaval, donde pude apreciar un equipo unido y lleno de energía, algo que a decir verdad no había visto antes. Todos se encontraban atraídos por la propuesta de este año y emocionados por este evento. A decir verdad, creo que su emoción era más que nada porque se acercaba la época más esperada del año en la región. Me cautivé de inmediato por su arraigo cultural, el amor y orgullo por sus raíces, y la increíble energía cuando gritaban en unísono para la batalla.

 

Nos recibieron en medio de una fiesta cuyo bagaje cultural proviene de lo más profundo de nuestra identidad como colombianos, una fiesta que jamás había vivido y a la cual no había contemplado asistir, pero que terminó enseñándome una de las lecciones más grandes y satisfactorias de mi vida. Celia Cruz cantaba “Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel, tiene que saber que no es así…. No hay que llorar, la vida es un carnaval” y esto en la costa es algo que se puede evidenciar.

Transité por zonas de escasos recursos, decoré (realicé branding) tiendas en todos los estratos, y al final la respuesta siempre fue la misma, una sonrisa que anhelaba un nuevo comienzo, una nueva celebración, una excusa para divertirse y hacer que todo lo vivido valiera la pena. Gente de todas las edades y estratos unidos en un grito al unísono de felicidad.

 

Cuando nos presentaron a nuestros Desarrolladores de Mercado (DM) nos aclararon que, debido a las actividades necesarias como consecuencia del Carnaval, nuestras rutinas se verían afectadas, pero que tendríamos la oportunidad de ver su trabajo completo. Fabián, mi DM, se encargó de explicarme el protocolo diario que conlleva su labor, pero además me enseñó que su trabajo no se limita a un simple cumplimiento de tareas, se trata de generar conexiones, de ser el apoyo de nuestros clientes, de esforzarse por entregar a nuestros consumidores el mejor producto y además preocuparse no solo por su bienestar sino por el del equipo. Me llevo de él sus valores, lo estratégico que es para lograr sus objetivos poniendo por encima siempre el bienestar del otro, su humildad y su nobleza.

Me dediqué a observarlo y apoyarlo, pero más que nada a conocerlo, entender sus necesidades, preocupaciones y sueños, creando una relación que, pese a que ya he dejado la ciudad, sigo considerando la más valiosa. A través de su trabajo me enamoró de su ciudad, me enseñó sus herramientas para triunfar en el trabajo, me conectó con Edgar y Harold, los otros dos DM del Grupo Paraíso, y me recordó que el grupo es como una familia, donde prima el bienestar de todos sobre los del individuo. Esas conexiones se generaban desde su supervisor, Brian, quien a través de sus reuniones se preocupaba por conocer las necesidades de cada uno y utilizaba las fortalezas del otro para ayudar a quienes se encontraban más quedados en alcanzar sus metas y maximizar su potencial.

Desafortunadamente, en mi vida un suceso personal causó en mí un sentimiento de soledad infinita, la pérdida de mi mejor amiga trajo consigo nuevos retos y cuestionamientos personales que junto con un sentimiento imborrable e indescriptible hacía cada día más insostenible. Sin embargo, el apoyo y cuidado de mi grupo de trabajo ayudó a que mi fuerza de voluntad me recordara la importancia de apoyar a mi equipo y que las partes forman el todo.

Las conexiones que había creado con mi grupo cercano, de cierto modo, me hicieron sentir en un espacio seguro. Y fue así como descubrí que, pese a la lejanía, me sintiera en casa. Si me preguntaran en este instante qué les diría a cada uno de ellos no tendría palabras para agradecerle a Fabián, Fábregas, Mauricio, Edgar, Vanessa, Naím, todo el equipo de RH y cada trabajador con quien tuve contacto, por entregarme sin darme cuenta la fuerza para seguir día tras día trabajando con alegría, tal y como ellos lo hacen día tras día pese a sus situaciones personales. Porque al final de eso se trata el área de ventas, de gozar y gritar al unísono mientras apoyamos a los otros a lograr sus metas, o en mi caso a salir adelante al enfrentarme a mi miedo más grande: decir adiós. Hoy les digo adiós a ellos con miles de enseñanzas en el corazón y con el aprendizaje que todos con su autenticidad me ofrecieron y me llevo un pedazo enorme de la costa en mi corazón.


Una gorra de Águila

Por: Andrés Parrado

 

Termina mi primer mes como GMT. Puedo decir que es el mejor mes de mi vida. No logro imaginarme como serán los nueve restantes, pero con los lazos que he formado con mis nuevos amigos, los aprendizajes que día tras día he tenido y la gente que he conocido en cada momento, me imagino que seguirán siendo increíbles. Sin embargo, en esta entrada no quiero hablar de la cantidad de cerveza que se vendió en el mes. Tampoco quiero mencionar el ranking,  ni los proyectos. La vida de un vendedor de Bavaria no se trata únicamente de eso. Este fue mi aprendizaje más valioso en el área de ventas.

Comenzaba un lunes rutinario en la gerencia Occidente Sur, de la regional Centro de Colombia. Como siempre, se hace la reunión matinal desde las 06:30 A.M. Jairo Alvarado, el gerente, da un discurso motivacional a su equipo, para dejarlos listos para salir al mercado. Angélica, de Trade Marketing, los hace enfocarse en la ejecución y los nuevos planes. Y cada supervisor cascadea los objetivos de los desarrolladores de mercado y los representantes de ventas. Finalizando la reunión, César Rodríguez, supervisor de ventas en San Bernardino (una zona considerada por algunos como peligrosa en Bogotá), interviene con una bolsa de tela vacía en sus manos. Comienza a contar una historia sobre una tendera de su zona, cliente fiel de la compañía hace muchos años, quien sufrió un accidente que comprometió la movilidad en sus piernas. Nadie en su familia iba a estar ahí para ayudarla. Fue víctima de un robo en su tienda, en el que perdió toda su cerveza, su exhibición y su dinero. Como consecuencia, no pudo volver a las terapias que le permitirían caminar nuevamente. Lo que César solicitó fue una donación voluntaria a cada miembro del equipo para poder comprarle a la señora una bicicleta estática que le permitiera realizar sus terapias en la casa.

 

Escuchar esa historia no fue sencillo. Todo el día pensé en eso. Y así parezca una frase de bolsillo, agradecí a la vida por ser tan afortunado. Al llegar a mi casa  se la conté a mi mamá y ella, con lágrimas en los ojos, dijo que ella podía donar la bicicleta. Al siguiente día le comenté a César y el miércoles madrugamos a recogerla, limpiarla, brillarla y ajustarla, para que pareciera la mejor bicicleta. Opino que nos quedó bien. No puedo calcular el amor con el que Cesar limpió esa bicicleta: no importó el calor, no importó arrodillarse en el piso, no importó nada.

 

Llegaba la hora de entregar la bicicleta y Andrés (el Rep. de la zona) nos advertía sobre lo que iba a suceder. Una señora de edad, con una gorra de Águila, nos iba a ver y al ver la bicicleta iba a llorar de la emoción. No le creí. Pensé que estaba exagerando, pero sucedió tal cual nos contó. Ni César, ni Andrés, ni yo pudimos contener las lágrimas. Doña María (la protagonista de esta historia) nos llenó de abrazos y luego, a su manera, llegó hasta la bicicleta y se subió. Dio dos pedalazos y dijo: “voy a poder caminar mejor”. Ahí me di cuenta de lo que había pasado. Posiblemente iba a cambiar la vida de alguien. Yo, haciendo mejor la vida de otra persona. No era una bicicleta. Era lo mucho que significaba para otra persona. Increíble.